Los directivos están desconcertados por la Generación Z, ya que dar retroalimentación se está convirtiendo en un arte perdido en la era de la “mente mimada”.
Los directivos están desconcertados por la Generación Z, ya que dar retroalimentación se está convirtiendo en un arte perdido en la era de la “mente mimada”.
De vez en cuando, los comentarios duros de los jefes se vuelven virales y provocan una reacción entre la Generación Z contra las extenuantes horas de trabajo y la presión.
Hoy en día, muchos gerentes pueden tener demasiado miedo de las consecuencias de brindar la retroalimentación directa necesaria para desarrollar y hacer crecer a su gente.
“No siento que pueda dar retroalimentación constructiva y productiva a alguien, en particular, en una sala de equipo con otras personas presentes, ya que me dirán que su seguridad psicológica está siendo violada”, dijo un participante de un taller sobre liderazgo en el que participé recientemente.
Por supuesto, es cierto que la generación Z espera algo diferente de su lugar de trabajo. Este cambio es positivo. Quieren trabajar en una organización que tenga un propósito, donde los líderes demuestren valores positivos. Ya sea que se den cuenta o no, también quieren crecer y desarrollarse. Tienen muy claro que quieren hacer una contribución significativa a los objetivos y la misión de su organización, pero para ello deben aprender y crecer.
Es posible que hayamos perdido de vista el viejo dicho: “Prepara al niño para el camino, no el camino para el niño”. Hoy en día, los gerentes deben capacitar y desarrollar a los empleados que pueden estar creciendo en un mundo de “mente mimada”, que Greg Lukianoff y Jonathan Haidt describen en su libro, La mima de la mente americana. Los autores señalan una cultura emergente de “seguridad” en la que los jóvenes no están preparados para ninguna forma de crítica, incluidas las conversaciones incómodas.
Sin duda es más complicado hacer crecer y desarrollar a las personas en este entorno, pero para un líder generoso, todavía es posible.
En primer lugar, hay que empezar por los directivos. Si uno parte de una actitud de preocupación y cree que una de sus principales responsabilidades como líder es la de dar libremente de sí mismo para ayudar a las personas a desarrollarse, crecer y prosperar a su máximo potencial, lo más lógico es empezar por ser uno mismo.
Los líderes deben ser honestos y auténticos. Si realmente desea que su equipo crezca y se desarrolle, comprenderán sus intenciones y es poco probable que se pase de la raya.
El regalo de una retroalimentación clara, honesta y directa
El regalo del reconocimiento consiste en interesarse de verdad por el trabajo de otra persona, prestar atención a los detalles, dejar de lado el ego y celebrar los esfuerzos y logros de los demás. Un buen gerente debe ver lo que han logrado sus subordinados y desear sinceramente que sigan trabajando en lo que mejor saben hacer.
Sin embargo, a muchos de nosotros nos molesta la idea de celebrar el “esfuerzo” sólo por el hecho de hacerlo. Suena como un trofeo por participar, pero ambas cosas no son mutuamente excluyentes. Cuando aplaudimos sinceramente el esfuerzo de alguien, estamos validando su trabajo duro, y eso hace que la gente se sienta reconocida. Se genera empatía y respeto mutuo.
Muchos directores ejecutivos hablan de la importancia de aprovechar las fortalezas de su gente para permitir que su organización alcance sus objetivos. Como dijo Joaquín Duato, presidente y director ejecutivo de J&J, en la entrevista que le hice para mi libro El líder generoso“Cuanto antes dejes de lado tus límites, escuches a los demás y te conectes más plenamente con tus equipos, antes podrás liberar y aprovechar todos los rasgos humanos fundamentales para obtener resultados positivos”.
Nadie quiere que lo golpeen o lo critiquen por todo lo que hizo mal o por lo que debería haber hecho mejor. Debe dedicar tiempo y esfuerzo para conocer a una persona, sus fortalezas, áreas de oportunidad y cómo puede aprovechar esas fortalezas para generar ideas de mejora. Si bien es fundamental determinar las áreas en las que se necesitan mejoras, identificar las fortalezas y capacitar a las personas sobre cómo aprovecharlas da como resultado una retroalimentación mucho más efectiva. Y cuando todo esto se combina con un verdadero interés y cuidado, ocurre la magia.
Hoy en día, a muchos de nosotros nos preocupa dar una retroalimentación clara que pueda causar dolor o hacer que la gente nos desagrade. Pero no se trata de ti. Cuando la retroalimentación que transmites es clara, honesta y directa, el dolor potencial será, en el mejor de los casos, un pinchazo, no una mordida. A nadie le gusta la retroalimentación vaga. Con demasiada frecuencia, las personas que dan retroalimentación mezclan los aspectos positivos con las áreas de mejora, lo que corre el riesgo de hacer que quienes la reciben se sientan bien en general en lugar de sentirse bien acerca de sus fortalezas y tener claro qué áreas necesitan mejorar.
Por último, la mejor retroalimentación suele darse en el momento y lugar, siempre que toda la información necesaria esté disponible y los presentes sean sensatos.
Cuando se transmite en tiempo real, la retroalimentación suele ser mucho más explícita sobre la situación (y menos sobre la emoción). El receptor puede identificarse con lo que se dice porque la experiencia aún está muy fresca.
Reconocer a una persona es una de las principales conductas que la gente busca en un líder: un líder que la ve, la escucha y sabe cuándo se destaca y cuándo no lo logra y por qué.
En el entorno actual, un líder generoso aún puede hacer crecer y desarrollar a esta generación de futuros líderes, no mediante el uso de palabras duras, sino a través del cuidado, la empatía y el respeto. Si estas actitudes están en su corazón y usted se ha esforzado por conocer a la persona, entonces tendrá el derecho y la oportunidad de compartir su sabiduría con los demás y ayudarlos a crecer.
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